lunes, 10 de marzo de 2014

Agonía de una hegemonía secular; el “estancamiento” de las elites, como factor de Poder, frente a la “amenaza” plebiscitaria.




La célebre impotencia argentina para diseñar políticas de Estado se reflejará en la carrera presidencial, donde las disputas que se insinúan parecen responder más a la astucia táctica de dirigentes vulgares que a las preocupaciones estratégicas de los estadistas. Por otra parte, influye también la cristalización de posiciones que se produjo en esta década. Demasiados actores políticos, dirigentes sectoriales y periodistas parecen cómodos en los roles asignados, refugiándose en lo que aprendieron: estar a favor o en contra del Gobierno. Defenderlo o pegarle. De ese modo, la creatividad sucumbe, la pelea parroquial se repite hasta la náusea y las verdaderas cuestiones permanecen desenfocadas e irresueltas.

Tal vez los problemas que enfrenta el país en el ocaso del kirchnerismo, junto a las incongruencias de su relato, indican el camino para los debates sustantivos, aquellos en los que está el mundo, no los que absorben a la dirigencia argentina. Quizás este fin de ciclo, más allá de lo anecdótico, marque el límite de las posibilidades de la Argentina populista, de sus sueños y de sus formas inestables y cambiantes de controlar el poder e influenciar a la sociedad. El proyecto de redistribuir la riqueza, centrándose en el mercado interno y el consumo; de expandir el empleo y de asegurar la integración social, mediante planes y subsidios estatales, está otra vez en cuestión, sembrando de incertidumbre el futuro. Funcionó como una fórmula eficaz para salir de la crisis, pero no logró consolidarse como un rasgo permanente de la Argentina contemporánea. Por otra parte, la discusión sobre el sistema político se reavivó, dejando irresuelto cuál es el verdadero papel de las instituciones democráticas. Regresó, con fuerza, la antigua discusión nacional entre republicanos y populistas. La democracia plebiscitaria, inspirada en Perón y relanzada por los Kirchner, repitió una vez más su pelea fantasmal con la democracia republicana de Alem y Alfonsín. Un férreo empate de intereses atravesó estas controversias, en el campo económico y político, y el país retorna ahora a sus fatídicos ciclos de prosperidad y decadencia sin "un proyecto sugestivo de vida en común", como quería Ortega.

Una mirada desapasionada, que ponga aparte los resentimientos, mostrará que la Argentina no puede resolver, desde hace décadas, por lo menos tres cuestiones básicas, capaces de garantizar el equilibrio de términos teóricamente contradictorios. En primer lugar, el vínculo entre Estado y mercado, que posibilite distribuir la riqueza sin anular la competencia; en segundo lugar, la relación entre libertad e igualdad, que permita una democracia social sin menoscabar el derecho de las minorías; en tercer lugar, el lazo entre países emergentes y desarrollados, que posibilite relaciones internacionales con prioridades regionales, sin desatender las ventajas de los nexos bilaterales con las naciones líderes. En cierta forma, todas las patologías parecen depender de la incapacidad de mediación. Somos estatistas o liberales, republicanos o plebiscitarios, tercermundistas o proamericanos, sin matices, atentos al humor y la conveniencia coyuntural, no a un proyecto.


El jueves 13 de febrero, Cristina recibió el proyecto de reforma, actualización e integración del Código Penal de la Nación en el que trabajó durante un año y medio una comisión creada por decreto del Poder Ejecutivo en 2012. Su característica principal es que no la compusieron técnicos, como en ocasiones anteriores, sino juristas con destacada actuación política y políticos de buena formación jurídica, requisitos que rara vez coinciden: el ministro de la Corte Suprema de Justicia Raúl Zaffaroni presidió el bloque de diputados porteños del Frente Grande; los ex camaristas federales Carlos Arslanian y Ricardo Gil Lavedra fueron ministros de Justicia de los presidentes Carlos Menem, justicialista, y Fernando de la Rúa, radical; la ex diputada María Elena Barbagelata integra el Frente Amplio Progresista y fue redactora del Código Edilicio porteño; el actual diputado Federico Pinedo, del PRO, comenzó su carrera en la Nueva Fuerza de la familia Alsogaray y luego de alió con Domingo Cavallo. Si bien ninguno investía representación partidaria, cubrían un amplio arco ideológico, expresión de los consensos y las políticas de Estado que todos dicen anhelar. No hubo representantes del Frente Renovador, porque se creó un año después que la Comisión. La presidente dijo al recibirlo que lo pondría a estudio del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y lo reiteró ante la Asamblea Legislativa. Massa anunció que intentaría reunir cinco millones de firmas para oponerse mediante una consulta popular y declaró su acuerdo con el Episcopado Católico y con Lorenzetti acerca de la lucha contra el narcotráfico. Las opiniones se dividen entre quienes subrayan que Massa desconoce cuestiones básicas reguladas por la Constitución Nacional, que no permite modificar la ley penal por votación popular, y aquellos impresionados por sus reflejos de predador electoral y su falta de escrúpulo, que le permitieron poner a la defensiva al resto de las fuerzas políticas, acunado por los grandes medios de comunicación. La prohibición constitucional fue fundamentada por el ex presidente Raúl Alfonsín en la Convención Reformadora de 1994 porque, dijo, en ciertos momentos los medios pueden propiciar un arrebato de la opinión pública que implante hasta la pena de muerte para cualquier delito. La idea de que el anteproyecto de la Comisión multicolor, que hasta ahora el Poder Ejecutivo no ha hecho propio, reduce penas para los más graves delitos y los hace excarcelables es inexacta: por un lado, es mayor el número de delitos cuyas penas se incrementan y por otro, el Código Penal no regula las excarcelaciones, cosa que cada estado provincial hace en su exclusivo Código Procesal. Además, en los casos en que algunos mínimos se reducen, esto se ve compensado por el cumplimiento efectivo de la pena, cosa que en la actualidad no ocurre. El anteproyecto es un todo sistemático que intenta devolver racionalidad y proporcionalidad al Código Penal descuajeringado por parches y leyes especiales a lo largo de casi un siglo. El desdén de Massa y de su asociada Graciela Camaño de Barrionuevo (como él, flamante abogada) por el cumplimiento de la Constitución y de la ley 24.747, que prohíben la iniciativa popular que proponen, no mella su efectividad política, pero degrada el debate institucional en los precisos términos que previó Alfonsín. La UCR y el PRO se dejaron arrollar sin resistencia por esta ofensiva de la demagogia punitiva y su irrealizable ilusión penal. Lo que le molesta a Maurizio Macrì de la jugada de Massa es que no se le haya ocurrido a él dijo Felipe Solá, que fue socio de ambos. En la UCR, Cobos coincidió fuerte y claro con el diputado de Tigre, mientras Ernesto Sanz, Gerardo Morales y Oscar Aguad dijeron algo parecido pero con la boca llena y mirando hacia otro lado, de modo que no se entendió bien.


Una encuesta secreta que está en manos de la oposición muestra que la Presidenta perdió casi diez puntos de imagen positiva durante este largo verano. También, que el 79 por ciento de los argentinos tiene una visión negativa sobre la economía, el 65% cree que mantenemos un rumbo equivocado y el 58% espera un año de crisis. Lo verdaderamente interesante es que un alto porcentaje de ciudadanos está a la vez de acuerdo con el control de precios, el rol activo del Estado, el mantenimiento de la Asignación Universal por Hijo, la estatización de YPF, la reducción de impuestos y la necesidad de que Cristina cumpla su mandato en tiempo y en forma. Una primera lectura de estos datos demostraría que sin una catástrofe macroeconómica e institucional, la pendular sociedad argentina no regresaría a los conceptos neoliberales. Más allá de detalles, y de desear políticas un tanto contradictorias, lo cierto es que la mayoría silenciosa reivindica los postulados generales del Gobierno, pero reprueba fuertemente la gestión efectiva. Algo se aclara con otro sondeo, que también está en manos de referentes de la oposición y que se realizó sólo en el área metropolitana. A la pregunta sobre cuál fue el mejor presidente de los últimos treinta años, para porteños y bonaerenses Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner marchan a la cabeza con cerca del 30% cada uno, mientras que Cristina sólo cosecha el 13%. La competencia entre la jefa del Estado y su propio marido es hipotética e injusta: también se les podría aplicar a las distintas administraciones del matrimonio Kirchner las condiciones macroeconómicas que les tocaron en suerte. Uno está tentado de pensar que si Cristina hubiera protagonizado el primer período y no los dos últimos, otro gallo cantaría. Pero de nuevo entra en cuestión el factor político: ¿habría logrado ella, con su inflexibilidad de legisladora aislada y su falta de experiencia administrativa, lo mismo que logró él? Esta pregunta no es meramente retórica, puesto que la verdadera capacidad del piloto de tormentas sigue siendo un interrogante crucial. Quizá lo sea incluso hoy más que nunca.
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Este panorama hace pensar que mientras la política habla de bicicletas financieras, relatos, contrarrelatos y códigos penales, una turbia y larvada agenda social se cocina a fuego lento en la Argentina. Cuentapropistas, tercerizados, cesanteados, cooperativistas, manteros, ocupantes ilegales, desempleados, punteros y habitantes de las villas miseria protagonizaron una temporada estival de cortes, piquetes y copamientos. La conflictividad social tuvo picos históricos en diciembre, y durante los dos meses posteriores mantuvo niveles altísimos: en marzo se suman los paros de los principales gremios, jugados a suerte y verdad por mantener los sueldos a flote en este mar encrespado. Pero es la marginalidad, cruzada por el delito y la desesperación, el caldo de cultivo más preocupante. No sólo porque el ajuste suele multiplicar la inseguridad y la violencia callejera, sino también porque los actores más vulnerables son proclives a la turba y hasta el vandalismo cuando el Estado está ausente y el agua les llega al cuello. Los episodios de Villa Lugano y de Saavedra de hace una semana sugieren un clima enrarecido. Pese a que en ambos casos hubo razones y manipulaciones locales y específicas, fue relativamente sencillo para los cabecillas conseguir que muchos desesperados se plegaran primero a la usurpación masiva y el domingo a los destrozos barriales. Los testigos aseguran que sesenta personas salieron como pirañas de Villa Mitre, quemaron automóviles, incendiaron casillas de seguridad, atacaron casas particulares y robaron motos. Fue una noche de terror. Encuadrar estos asuntos en la eterna crisis de la vivienda y en el simple barrabravismo impide reconocer los olores del polvorín.



Los Auténticos Decadentes: un furor "peroncho"

Mientras los intendentes radicales charlaban en sus sillas o con sus esposas, los peronistas estaban como locos. ¡Se cantaron todo! Lo Auténticos sorprendieron en la previa del Acto Central y más de uno saltó de su silla y bailó y cantó a rabiar.

"Los piratas" "Vení Raquel", "Diosa", "Entregá el marrón" y "La guitarra", algunos de los temas que levantaron una pachanga sin precedentes en el palco. ¿Los más bailarines? Marcelo Locamuz, Marcelo Costa y su esposa, y Diego Martínez Palau.