martes, 19 de febrero de 2013

Desmediatización de las Clases Populares, y la “Crisis” de la Representación de los Partidos de Sectores Medios, 2001/13.





 

En nuestros conurbanos la sociedad pobre creció, sobrevivió y se organizó al margen de la tutela y la protección del Estado.

Su lugar fue ocupado por diferentes asociaciones, que traducen el complejo entramado social, y por liderazgos fuertes, de personas que encabezan la acción colectiva y se hacen cargo de las necesidades del conjunto.

Comúnmente se los llama “referentes”.

Por otro lado los partidos políticos se adecuaron a la nueva sociedad, archivaron sus programas, y desarrollaron redes territoriales, con operadores de base: los “punteros”.

Por encima, aparecen las estribaciones locales de un Estado fragmentado.

Ya no podía desarrollar políticas universales, pero era capaz de movilizar sus escasos recursos para acciones focalizadas y en buena medida discrecionales, cuya expresión más conocida son las “obras públicas” y los “planes”.

Referentes y punteros son hoy las piezas clave del proceso de producción del sufragio.

Los punteros que cuentan son los que hablan por el Estado: el concejal, el secretario, el Intendente.

Los referentes, por su parte, hablan por los colectivos que lideran.

Puede ser una familia extensa, un vecindario, un grupo étnico, religioso o deportivo, como en el fútbol.

Entre punteros y referentes circulan bienes y servicios variados: bolsones de comida, ayuda a comedores, una franquicia, una tolerancia policial, un “plan”.

Se trata de un intercambio cotidiano, continuo, que en un momento se expresa políticamente, en la asistencia una marcha, o en una elección.

En el primer caso el colectivo es visible y quiere serlo: desde el transporte hasta las pancartas.

En el comicio, el colectivo negociado -denominado “el paquete”- se disimula, y se traduce en votos singulares, secretos.

Pero reconocibles por el puntero, quien certifica el cumplimiento de los términos del acuerdo.

Es común llamarlo clientelismo.

Es una palabra genérica, pobre y descalificante.

No da cuenta de los matices de una relación compleja, siempre abierta y en proceso, en la que hay también independencia e imprevisibilidad.

Cada persona pertenece simultáneamente a varios colectivos, y su lealtad bascula entre ellos.

Los compromisos políticos son flexibles, graduales y reversibles.

Los intercambios requieren no solo una base material sino también sintonías de forma, tono y trato.

La gente no se entrega ni obedece, sino que “acompaña”.

Manejar todo esto requiere una enorme sabiduría artesanal.

Nada es automático.

Todo es cambiante, y a la vez regular, como en un caleidoscopio.

Al final, se traduce en votos, singulares, cuantificables, acumulativos.

A veces, cambian los gobernantes.

Usualmente los ratifican.

En esta operación, el partido político tradicional desaparece.

La máquina de producir votos.
Luis Alberto Romero.






Ahora bien, el 8/11, en términos de brocha gruesa, no hubo clase baja en las calles.

La sociedad argentina está escindida, sigue escindida.

Esa gran masa de la Argentina de la pobreza constituye todavía para el Gobierno nacional su reserva electoral más sólida.

También ahí el mayor problema es de representación: el monopolio de hecho que todo gobierno –nacional o local– ejerce en la representación política de las clases pobres argentinas, que contrasta con la ausencia total de representación de las clases medias y altas.

Los pobres, los del medio y los más ricos en la Argentina de hoy comparten muchas visiones, coinciden en muchas demandas, pero mientras los pobres tienen cómo canalizarlas a través de mecanismos de representación, los del medio y los de arriba sólo tienen voz si salen a la calle.

¡Menudo desafío para quienes aspiran a ser políticos de profesión!

El dilema argentino, por Manuel Mora y Araujo










Robusta, masiva, contundente.

Así fue la movilización opositora que antenoche puso en la calle al uno por ciento del padrón electoral nacional: entre 250 y 300 mil personas.

Un tercio de ellos, unos 90 mil manifestantes, el núcleo central simbólico y numérico, se expresó en la zona del Obelisco y la Plaza de Mayo de Buenos Aires.

La oposición política y mediática que adscribe a la centroderecha organizó con éxito la movida —se enmascaró en el espontaneismo ciudadano— y consiguió el objetivo de multiplicar en número del 13S, pero no obtuvo lo más preciado: nutrir la movilización con sectores medios bajos y bajos de los barrios populares.

Lo saben en la Casa Rosada y lo sabe la oposición, sólo una mezcla consistente de clases sociales que incluya a la base de la pirámide podría obligar al gobierno a declinar los trazos principales.

Con distintos grados de radicalización —en promedio, bastante menos que en la marcha anterior—, la gente fue a la calle a "parar a Cristina".

Y sería ingenuo pretender que la bronca anti-K pase por el estilo por momentos pendenciero de la presidenta, ni por su presunta adicción a comprarse zapatos y carteras.

La discusión es de contenido político.

El 90 por ciento de la movilización en Buenos Aires quedó circunscripta en cuatro o cinco barrios, de los 47.

Y a dos partidos del GBA, de más de 20.

Sin embargo, Barrio Norte, Palermo, Belgrano, Caballito, Vicente López y San Isidro, no son un puñado de barrios cualquiera de la ciudad.

Allí está el 90 por ciento de los cines, teatros, médicos, abogados, periodistas, colegios y universidades privadas (y también las más relevantes de las públicas), shoppings, intelectuales —incluidos los de izquierda— concesionarias de autos, boliches nocturnos, gastronomía, y la lista podría seguir.

Allí está el sector que por amplísima mayoría construye el discurso social, mediático y dominante.

Allí están los turistas internos y externos, viven los estudiantes hijos de las familias acomodadas del interior y el exterior, y a veces de familias aspiracionales.

Para cualquier foráneo "ir a Buenos Aires" es ir a esos barrios.

¿O acaso algún lector de esta columna presume "conocerla" sin haber pisado nunca alguno de los barrios mencionados?

La marcha fue un acto muy masivo de los habitantes de esos barrios.

Y no es una buena noticia para el kirchnerismo que lo adversen de ese modo, aunque sea sólo en esos barrios.

Sin embargo, hay un dato determinante e irresoluble para la derecha partidaria: en esos barrios privilegiados vive sólo el 10 por ciento de los votantes.
En ese puñado simbólico de barrios desarrollados y distinguidos, donde parece que "está todo", y donde "tenés todo", sin embargo no está el 90 por ciento de los argentinos que votan y eligen a los gobernantes.

Por eso, suele pasar, que quienes creen que la Argentina "es igual a mi barrio" luego no entienden por qué las urnas están llenas de votos de gente que vive en otros barrios.

Los barrios porteños y la movilización, por Rodolfo Montes / La Capital




Sectores Medios y Altos = TN y C5N

Clases Populares = Crónica TV o Canal 26

Sectores Medios y Altos à tienen que “Movilizarse”, “Marchar”, “Escrachar” y “Piquetear”; para que les den bola.

Clases Populares à alcanza y sobra con “amagar”, para que las “Autoridades” corran a “escuchar”; cuando llegan las “cámaras”, ya se esta en plena negociación.

La estratificación “social” de los Medios es la siguiente.

Clase “Alta” y “Media Alta”; TN y C5N

Clase  “Media Media” y “Media Baja”; A24 y Canal 26.

Clase “Baja”; Crónica.


  

1 comentario:

Charlie Boyle dijo...

La lógica de tres niveles también actúa a nivel medios.
http://carlosboyle.blogspot.com.ar/2013/02/el-fractus-peronista.html