domingo, 11 de noviembre de 2012

Musicalizando la coyuntura política, y las tendencias socioeconómicas.



Sectores Medios argentos; con los zapatitos de cristal y sin Príncipe a la vista, deben  sortear…

La canciller alemana, Angela Merkel, ha vaticinado que la Unión Europea (UE) necesitará "cinco años o más" de austeridad para superar la crisis económica, en un congreso regional de su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU).

Merkel ha vuelto a defender la austeridad como receta para salir de la crisis que acucia a Europa y, en especial, a la zona euro. 

A sus socios, les ha pedido que "aguanten la respiración durante cinco años o más". 

Es más, ha recalcado que "cualquiera que piense que esto (la situación económica europea) puede resolverse en uno o dos años, está equivocado". 

Merkel ha enfatizado que la UE camina por la senda de la recuperación.



Quienes recuerdan las semanas anteriores a la temida explosión de la bomba del milenio en enero del 2000, quizás pueden imaginarse cómo va a ser la cuenta atrás hacia el llamado fiscal cliff (precipicio fiscal) después de la victoria de Barack Obama en las elecciones presidenciales del pasado martes. 

Y, en ambos casos, el grado de alarmismo empieza a hacer sospechar que hay intereses detrás.

Como si tratase del plan diabólico del villano de una nueva película de James Bond, la política fiscal estadounidense está preprogramada para autodestruirse el próximo uno de enero, provocando una megaexplosión de subidas de impuestos y recortes de gasto que —según advierte el Fondo Monetario Internacional— "abortaría la recuperación económica e infligiría graves efectos secundarios sobre los socios comerciales de EE.UU.".



No es sólo el modelo económico el que se agota, también el político: los chinos son cada vez más críticos con el régimen y la tensión social crece.

Para los chinos, quedó claro que esta década de auge trajo también mayores llamados de apertura económica y política.

En el terreno económico, China enfrenta grandes desafíos, que reflejan su contradictoria condición de segunda economía mundial y país de renta media baja.

"China debe cambiar su modelo de desarrollo y prestar más atención a la calidad del crecimiento económico.  

Antes, centraba la atención en las inversiones públicas y en el comercio exterior, pero hoy debe atender un tercer pilar, que es su demanda interna", señaló a LA NACION Wu Guoping, de la Academia China de Ciencias Sociales.

Ese incremento del consumo interno podría aliviar la dependencia de la producción manufacturera y ayudar a encaminar la economía hacia las industrias de servicios.

Otra de las tareas más urgentes para completar su transición hacia una economía de mercado es aplicar reformas que permitan al sector privado competir en condiciones equitativas.

Uno de los compromisos de Pekín al entrar a la Organización Mundial de Comercio, en 2001, era permitir el capital privado en la banca, pero 11 años después los bancos extranjeros aún encuentran dificultades para establecerse en el mercado financiero de mayor crecimiento en el mundo.

De igual manera, las empresas privadas encuentran grandes dificultades para acceder a créditos, que en cambio son concedidos a las firmas estatales a tasas preferenciales.

Una de las preguntas más espinosas es precisamente qué hacer con las mastodónticas empresas estatales. 

Reformadas a finales de los 90, pasaron de arrojar pérdidas a consolidar sólidos monopolios que reportaron una enorme rentabilidad. 

Pero esas ganancias se deben en gran medida a las condiciones favorables para obtener préstamos, subsidios, tierra y mercados casi cautivos.

"Las empresas estatales deben dejar de ser un brazo administrativo y gozar de monopolios para introducir una verdadera gobernanza corporativa", advirtió la influyente revista independiente Caixin.

La gestión de esas empresas también deja mucho que desear gracias a un sistema poco transparente en el que, como sucede mucas veces en China, la política y los negocios van de la mano. 

Chen Tonghai, el ex presidente de la petrolera estatal Sinopec, fue condenado, en 2009, por haber recibido 28 millones de dólares en sobornos.

Además, sus gerentes suelen tener rango dentro del Partido Comunista y son, con frecuencia, familiares directos de la cúpula del gobierno, lo que genera suspicacia sobre las fortunas de la elite comunista y sus conflictos de interés. Li Keming es el vicepresidente de la empresa tabacalera estatal -la mayor del mundo-, pese a que su hermano Li Keqiang, el próximo premier, es el encargado de la salud pública. 

Y el hermano del destituido Bo Xilai cobraba 1,7 millones de dólares al frente de un conglomerado estatal de servicios financieros.




Se dio una paradoja: surgieron nuevos líderes sin partidos (Carrió, Lavagna, Macri, De Narváez), y sobrevivieron redes partidarias sin candidatos competitivos (la UCR, el PJ disidente, el socialismo). 

Existen también otras responsabilidades: las personas y sus egos hicieron que esa debilidad estructural se convirtiera en un rompecabezas de imposible solución.