domingo, 14 de octubre de 2012

Siglo peronista, las reglas del arte…(semana del 17 de Octubre)




Esa búsqueda de respuestas inmediatas, que algunos politólogos definen como zapping político, devoró a 17 dirigentes desde el comienzo de la crisis europea (Islandia, Letonia, Hungría, Ucrania, Irlanda, Gran Bretaña, Portugal, Irlanda, Rumania, Eslovaquia, España, Italia, Francia, Grecia dos veces, Holanda y Finlandia). 

Y los recién llegados al poder empiezan a tambalear bajo la presión que ejercen las sociedades impacientes, como ocurre con David Cameron, en Gran Bretaña, y Pedro Passos Coelho, en Portugal. 

El crédito político también se le agotó rápidamente a Mariano Rajoy en España, que asumió a fines de 2011.

Muchos de esos dirigentes, como Hollande y otros líderes europeos, son prisioneros de circunstancias existentes que no pueden modificar con un golpe de varita mágica. 

Barack Obama heredó dos guerras y la peor crisis financiera que conoció Estados Unidos desde 1929.

La sensación de estar permanentemente al borde del precipicio, con la sociedad soplándole en la nuca, puede ejercer a veces un efecto paralizante sobre los responsables. 

Esa incapacidad para adoptar decisiones sobre problemas cruciales es lo que el ensayista Moisés Naím define como "el fin del poder".

"Esto no significa que el poder vaya a desaparecer o que ya no haya actores con inmensa capacidad para imponer su voluntad a otros. 

Significa que el poder se ha hecho cada vez más difícil de ejercer y más fácil de perder", argumenta.





El sargento les confirmó la historia y comenzó a relatarles cómo operaba la banda de Mate Cosido. 

En ese momento, Eric le dijo: 

"Espere, espere, déjeme adivinar". 

Y se lanzó a narrarle con detalle cómo se organizaban y cómo se movían. 

El sargento abría los ojos: no podía creerlo. 

¿La fama y las correrías de Mate Cosido habían llegado a Londres? 

"No -le respondió el historiador-. 

Lo que le estoy describiendo es cómo operaban en Italia los bandidos sociales durante el siglo pasado."

Luego Hobsbawm le dijo a Nun: 

"Estoy hecho, Pepe. 

Tantos años en los archivos europeos y vengo a descubrir aquí, en la vida real, sobre el terreno todo lo que estudié en las bibliotecas. 

Es el mejor premio que pude haber tenido, la emoción más grande". 

Parecía un paleontólogo que había tomado contacto con un dinosaurio verdadero. 

Su teoría, hasta entonces, explicaba el auge de estos bandidos como fruto de un choque entre el capitalismo naciente y las comunidades tradicionales que eran sojuzgadas. 

La experiencia argentina lo llevó a reelaborar esa teoría en otro artículo académico famoso, que publicó en 1972, donde acepta el híbrido entre el ladrón noble y el anarquista, filiación que Mate Cosido y Vairoleto habían terminado aceptando con orgullo.

*Ver el mítico y agotadísimo número especial sobre la marginalidad de la Revista Latinoamericana de Sociología, 1969/2, dirigido por Nun, con artículos de él mismo, de Hobsbawm, de Laclau y de los demás participantes del proyecto.




¿Cuánto vale la patria?
Enviado por: • Dr. José Lorenzo Calzado López (---.esfm.ipn.mx)
Fecha: 29 de May , 2002 07:32PM

¿Cuánto vale la patria?

El dictamen viene de arriba: no hay alternativa. 

"Y de haberla -añaden bajito los modernos- nos ocuparemos de que no la haya." 

Que la añeja y vetusta noción de "patria" sea erradicada del lenguaje. 

Que no exista más. 

¿Creías que la patria tenía un valor? 

La patria, es decir el mercado, ya no tiene valor. 

El mercado, es decir la patria, tiene precio: a la una, a las dos... ¿quién da más?

Las cosas tienen precio cuando dejan de tener valor. 

Tu madre te dejó un relicario de oro a condición de que siempre lo conserves en tu poder. 

Pero como no supiste o no pudiste transmitir a tu hijo que la prenda encerraba una memoria y un sentimiento, un pensamiento y una conciencia, se rehusó a estimar el valor que le dabas y tasó el precio del oro. 

Así con la patria.

En 1989 la empresa Lund International Inc. solicitó al gobierno de Puerto Príncipe permiso para alquilar La Tortuga, isla de 198 kilómetros frente a la costa norte de Haití, para convertirla en paraíso tropical y otras partes del territorio para "industrias" (maquiladoras). 

Ambos, la isla y los territorios, formarían parte de la República de La Tortue, con leyes propias, ciudadanos y bandera y todos los adelantos de la modernidad.

La corporación ofreció al Estado haitiano 250 millones de dólares y planeaba invertir entre 14 mil y 20 mil millones en la construcción de casas y hoteles de lujo, campos de golf, fábricas farmacéuticas, plantas eléctricas, hospitales, autopistas y un aeropuerto internacional.

En Haití Progrés, Norman Lund aclaró que los haitianos que viven en la isla no serían ciudadanos del nuevo país: "...estarían allí con permisos de trabajo".

Felizmente valores "premodernos", como la conciencia nacional y de indignación de un pueblo pobre, pionero de las causas libertarias de América y atrasado en el mundo como pocos, fueron superiores al precio ofrecido por la empresa.

¿Es que los haitianos se oponían a la "globalización" y a un proyecto benéfico para su patria? 

A esta conclusión arribaría cualquier vendedor de pizza empeñado en confundir pan con tulipanes y creído de que la impotencia de los países en el conventillo global depende de "...súbitos desamores financieros".

La razón es más simple: los haitianos rechazaron la oferta porque a más de verse obligados a vender parte de su patria debían visitarla "...con pasaporte o un permiso de trabajo". 

Es decir, como mano de obra barata de Lund y en calidad de súbditos del extranjero.

Pero tales aspectos son los que justamente tienen sin cuidado a charlatanes como David DeRosa, quien podrá ser un "prestigiado profesor de Yale" pero también de quienes ahora nos dicen que "...los desastres se hacen en casa" (Ugo Pipitone, "Bulbos de tulipán", La Jornada, 28/05/02).

¡Como si estos desastres no fuesen impuestos por el FMI y el Banco Mundial, y estimulados a los agentes criollos que responden al crimen organizado de los mercados financieros, la Casa Blanca y el Pentágono, interesados, en el caso de La Tortue, en instalar una base militar en el canal de aguas profundas entre Cuba y Haití!

Actualmente Argentina es el camino: deuda por territorio. 

"It' time for change" (es hora del cambio), sugería un aviso de una ignota Unión Patriótica 2003, escrito en inglés y publicado en enero pasado en el diario Buenos Aires Herald (unionpolitica2003@fibertel.com.ar). 

"Es tiempo de que la humildad (sic) remplace al nacionalismo."

El aviso ponía como ejemplo a la generación de argentinos que hace 130 años unificó a las provincias constitutivas del Estado moderno. 

"Para atraer nuevos inversores e 'inmigrantes educados' " (leáse blancos pero no pobres).

"La Argentina debe encabezar una 'Unión Americana' con el estatus de protectorado (sic). 

Después de un periodo inicial de 25 años el país podrá renovar el contrato, volver a su situación anterior o aspirar a convertirse en un Estado más de su protector. 

Una pérdida de soberanía temporaria es preferible a un futuro económicamente inmovilizado."

El desplegado propuso que Argentina entregue "temporariamente" su soberanía a Estados Unidos para salir de la crisis económica.

Dos meses después otro par de "genios", Rudiger Dornsbusch y Ricardo Caballero, economista chileno del Massachusetts Institute of Technology (MIT), publicaron el artículo "Argentina: un plan de rescate que funcionaría", en el que estipulan que el país rioplatense tiene que "renunciar a la soberanía sobre todos los aspectos financieros, monetarios, fiscales, regulatorios y de gerencia por un periodo extendido".

El tuyo es un hijo moderno y "progresista": da precio a lo que no tiene valor y da valor a lo que debería merecer mucho precio. 

Por eso estima lo que debería darle vergüenza. 

La honra, la justicia, los principios eran tus motivos de tu valor. 

Para él, todo esto tiene un precio. 

Así con la patria. 

Nuestras patrias anegadas en oceános de... (siga usted) que nuestros hijos recibirán de herencia.

José Steinsleger. La Jornada 29/05/02





 
Tão argentinos como nós

Na verdade, a Argentina ainda não virou o Brasil

Edição 213 17/06/2002

MARIA RITA KEHL

A Argentina está fora da Copa.

Torcedores brasileiros comemoraram o gol da Suécia com rojões.

Lamento.

Se o Brasil tivesse sido eliminado, confesso que eu estaria torcendo para a Argentina.

Sei que a rivalidade entre brasileiros e argentinos no futebol ultrapassa a medida do simples preconceito.

O esporte é uma via simbólica que possibilita que a rivalidade e a inimizade entre grupos se manifestem, sem (grandes) riscos para ambas as partes.

É claro que a eliminação do time da França sem marcar nem um gol de consolação lavou nossa alma da humilhante derrota de 1998.

Queremos esquecer a responsabilidade brasileira naquele fracasso, não queremos?

A Nike, as suspeitas (não esclarecidas) de pressões e acordos espúrios, Ronaldo (ex-Ronaldinho) cambaleante em campo, nossa perplexidade, a vergonha daquele jogo final.

Nada mais conveniente que festejar a derrota da França para esquecer nosso vexame de quatro anos atrás.

Bem, mas este não é um artigo sobre futebol; é sobre a intolerância entre vizinhos.

Brasileiros não gostam de argentinos.

Também não gosto do racismo deles, quando nos chamam de “macaquitos” – tanto quanto não gosto da versão soft do racismo praticado aqui.

Mas desconfio que o racismo dos argentinos é a menor das razões do preconceito brasileiro.

As justificativas mais freqüentes são outras: argentinos são arrogantes.

Pensam que são melhores que nós.

Vestem um ego dois números maior...

Será que o que nos incomoda é a arrogância ou simplesmente a auto-estima argentina?

Como é que um país pequeno do extremo sul da América do Sul, tão perto de nós, ousa se levar tão a sério?

Como é que eles não demonstram sentir, em relação aos europeus, a inferioridade que nós sempre ostentamos?

Eles pensam que são ingleses, ou o quê?

Ou pensam que são argentinos, e que isso já é uma grande coisa.

Imperdoável.

Talvez se orgulhem de alguns episódios de sua história: a expulsão dos ingleses pela população de Buenos Aires a pedra, bala e óleo quente, no começo do século XIX, que culminou com a revolução pela independência, liderada pelo general San Martín, verdadeiro herói nacional.

A intensa mobilização contra a ditadura militar, que vitimou mais de 30 mil jovens na década de 70.

Talvez eles se orgulhem de não se esquecer de suas conquistas e não deixar barato suas derrotas.

As mães da Plaza de Mayo cobram até hoje dos governantes a vida de seus filhos e netos.

Os estudantes cobram a prisão dos torturadores.

Acho que os argentinos têm do que se orgulhar.

A memória compartilhada produz auto-estima, que por sua vez produz um tipo de coesão social muito diferente da que conhecemos aqui.

Hoje, no Brasil, já enfrentamos uma crise social mais grave que a da Argentina, onde a crise econômica é alarmante.

Governantes e candidatos ameaçam o país com o “risco Argentina”.

Antes fosse este o nosso risco.

Que bom se os brasileiros tivessem, diante da crise social que já enfrentamos hoje, a disposição de mobilização, de luta, de questionamento que os argentinos têm.

Que bom se, diante da miséria e do desemprego crescentes que ameaçam a sociedade inteira, a classe média brasileira mostrasse a disposição solidária de nossos vizinhos argentinos.

Diante da falta de perspectivas políticas, a população de Buenos Aires está se organizando por bairros, criando uma microeconomia de produção doméstica e escambo.

Diante de uma nova multidão de indigentes – que aqui conhecemos tão bem – as pessoas separam as sobras de comida que iriam para o lixo em pacotes aproveitáveis.

Não quero comparar a queda brutal da economia argentina, o sofrimento e o desamparo que atingem hoje toda a população, com a histórica desigualdade que parece quase “natural” aos olhos da sociedade brasileira.

Mas a crise, lá, ainda não produziu o “cada um por si” característico de nosso jeitinho nacional.

Nesse ponto, pelo menos, a Argentina ainda não virou Brasil.

Por outro lado, estamos tão perto dos problemas argentinos que preferimos fingir que não temos nada a ver com eles.

“Narcisismo das pequenas diferenças”, é como Freud chamou a intolerância entre semelhantes; o vizinho nos incomoda muito mais que um estranho total.

O vizinho nos questiona; está perto demais do que nós somos.

Ameaça nossa frágil ilusão de “identidade”.

Admito que vizinhos não são irmãos; nem são obrigados a se amar.

Mas a intolerância contra vizinhos tão frágeis como nós tem pelo menos duas explicações: ou queremos afastá-los para esquecer os defeitos que compartilhamos com eles, ou estamos competindo – submissos e bajuladores – pela proteção de um suposto e todo-poderoso “pai”.

Um pai – quem?

O FMI? – que não vai fazer nada por nenhum de nós.

Maria Rita Kehl é psicanalista






En una entrevista reciente, Kenneth Maxwell, especialista británico en Brasil, ofrece otra perspectiva.

Para él, "la izquierda no es una categoría que pueda ser muy útil" para interpretar la realidad actual.

Lo que estaría ocurriendo en América latina sería una crisis de gobernabilidad, sin producir un movimiento uniforme en dirección de la izquierda.

En cada país hay un "mosaico de respuestas específicas a las estructuras políticas decadentes y a los niveles cada vez más altos de desigualdad social y de exclusión".

Concuerdo con la visión de Maxwell.

Pero pienso que sigue siendo útil para el análisis la distinción entre izquierda y derecha.

A pesar de que la izquierda actual no insista en el control colectivo de los medios de producción y reconozca el dinamismo de las fuerzas del mercado, el ideal de una sociedad más igualitaria y de la ampliación de los canales de participación de la sociedad civil se mantiene como un criterio para la alineación política.

Para mí, el gobierno de Michelle Bachelet representa lo que hoy debe llamarse de izquierda.

Dirige un país que muestra buenos índices de crecimiento económico, respeto absoluto al estado de derecho, aumento de participación popular e implementación de políticas de reducción de la pobreza.

En cambio, los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Tabaré Vázquez de Uruguay representan, si bien de forma muy distinta, un fenómeno exactamente opuesto al de Chile: la quiebra del sistema político tradicional en un caso y, en el otro, el cansancio del electorado con los partidos tradicionales, si bien sin la ruptura del sistema político.

Tabaré Vázquez es el primer presidente elegido en Uruguay que no pertenece ni al Partido Blanco ni al Colorado, que gobernaron durante más de cien años.

Su gobierno ha ofrecido políticas públicas prudentes y sensatas, así como anunció su sorprendente intención de acercarse económicamente a Estados Unidos.

Chávez, por el contrario, ha hecho de la retórica antiamericanista su principal bandera aglutinadora de las masas.

¿Qué hay de izquierda en Chávez, con su discurso antiamericano que contrasta en la práctica con la postura realista de vender petróleo venezolano al país del Norte?

El presidente Evo Morales de Bolivia es un caso distinto.

La crisis de gobernabilidad es crónica en Bolivia.

Lo inédito de la situación es que Morales puede atribuirse lazos auténticos con los movimientos étnicos.

Por primera vez, el electorado eligió a un presidente indígena.

Es de importancia secundaria que sea de izquierda, eventualmente de derecha o si es populista.

Es innegable que la forma que eligió para nacionalizar los activos de las empresas extranjeras que exploran gas y petróleo en Bolivia, con fanfarrias y ocupación militar, da señales de un populismo anticuado.

Si se queda en eso, no hará lo que la historia espera de él: que negocie con energía y sin insensatez los recursos naturales de Bolivia para mejorar la vida del pueblo.

El presidente Néstor Kirchner es peronista.

De nuevo cabe la pregunta: ¿qué hay de izquierda en el peronismo que queda después de la muerte de su fundador, Juan Domingo Perón, que encarnó como nadie al populismo latinoamericano?

No logro percibir en esos casos una transformación de la izquierda en América latina.

Si fuera Chile el ejemplo, o incluso el Uruguay de Tabaré Vázquez, cabría el calificativo.

Lo que veo hoy en algunos países es un antiamericanismo con un retorno gradual al populismo y, en otros, mucha vacilación en cuanto a los caminos a seguir.

El populismo es una forma insidiosa del ejercicio del poder que se define por prescindir de la mediación de las instituciones, del Congreso y de los partidos, y por basarse en la relación directa del gobernante con las masas, cimentada en el intercambio de dádivas.

La amenaza del regreso del populismo a América latina, y más específicamente a América del Sur, no traerá alternativas fáciles.

En los 90 habíamos concebido la integración económica y política de América del Sur con base en la democracia política y la economía de mercado.

Los cimientos de todo este edificio podrían socavarse si regresara a la región el populismo, disfrazado de izquierdismo, trayendo consigo el juego de las rivalidades antiguas y muchas veces personales, en lugar de la cooperación institucional entre las naciones.

El populismo amenaza con regresar a América latina
Los cimientos de la integración lograda en los 90 podrían socavarse si volviera el populismo, disfrazado de izquierdismo, trayendo consigo el juego de rivalidades antiguas y personales, en lugar de la cooperación entre naciones.

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“1.- En el actual contexto, ¿cree usted que la consolidación del kirchnerismo como expresión de poder significa más "peronismo" o más" centroizquierda"?
Utilizando sus categorías, ¿primará en la política el clivaje entre un estilo "alto" y uno "bajo" de hacer política o jugará más el eje izquierda - derecha?

La pregunta sobre el kirchnerismo es muy buena.

La respuesta correcta es ninguna de las dos cosas y ambas cosas.

Y a la pregunta hay que hacerle otra: ¿en los ojos de quien?

¿Del electorado que puso a Cristina de presidenta o de los Kirchner mismos?

La respuesta podría no ser la misma.

Me explico.

Para mí, no queda la menor duda que A) el grueso del electorado del kirchnerismo es “más peronismo”, y no “más centroizquierda”.

B) Para muchos comentaristas e intelectuales, tanto a favor como en contra del kirchnerismo, el kirchnerismo es “más centroizquierda”—y sin duda, el contraste es obvio con el peronismo de Menem en los años 1990.

C) Pero para los políticos Néstor y Cristina, no lo sé; probablemente para ellos las dos cosas van juntas o más bien las quieren equiparar.

Creo que “en su corazón”, Néstor es más izquierda, pero con el realismo y el pragmatismo de un buen político, sabe que eso debe –y únicamente puede- pasar por el gran movimiento nacional y popular que es el peronismo.

En eso, los K son típicos de la juventud clase media de los años 1970.

Creo que hay un choque muy importante en la Argentina entre el deseo de varios políticos de enfatizar la diferenciación izquierda-derecha (que es muy real), y la realidad electoral y sociopolítica a nivel “masa” (para usar categorías comunes en electoral behavior en las ciencias políticas), que está solidamente diferenciada en la otra dimensión, es decir culturalmente, peronismo y no peronismo, y más genéricamente (y para mí más exactamente) alto y bajo.

¡Ese choque es el drama de la política argentina desde hace ya más de seis décadas!

Este deseo siempre se topa con esa realidad.

Y a eso hay que añadirle los numerosos políticos que no tienen ningún deseo de transcender esa dicotomía, sea por pragmatismo de poder o sea por aversión, estilo, “valores”, o imagen de sí mismo.

Para contestar la pregunta de frente, creo que el kirchnerismo se quiso convertir, en los primeros años, en una tentativa de consolidación de poder de lo que ustedes llamarían centro-izquierda, con el transversalismo, el antagonismo hacia la derecha (y no al anti-peronismo), la mítica de los años 1970 (que como lo escribí en otras partes, consistió en una polarización izquierda-derecha del espacio bi-dimensional argentino).

Y este deseo fue para mí muy genuino.

Pero la realidad electoral y sociopolítica argentina es distinta; y a este nivel científico, no hay por qué privilegiar el 73 mas que, digamos, el 1999 (entre De la Rua y Duhalde), el 1987 (entre Alfonsín y Cafiero), o ya que estamos, el 45-46.

Para mí -y eso lo escribí a mi modo en Pagina/12 el día después del evento (salio el 31/10/07) —el punto de inflexión fueron los resultados electorales de octubre.

Cristina se quiso hacer la Concertación chilena, frente a la Alianza, y terminó al frente del peronismo tradicional, en contra de la Unión Democrática.

Sorpresa, Cristina.

Y Néstor hizo lo único inteligente que se podía hacer:

1) liderar el peronismo antes de que, posiblemente, se le volviera en contra.

2) Dejarse de embromar con una fantasía (de ambos) que no había dado fruto y sincerarse en liderar la identidad política que de hecho había llevado su esposa a la presidencia.

(Mario Wainfeld me tomó el pelo en marzo, escribiéndome que Kirchner
me había hecho caso.)

3) Y liderar el peronismo con mano firme, ya que es un fantástico instrumento de poder, como lo saben muchos políticos oportunistas.

Pero también, siguiendo contestando de frente su pregunta, es “consolidación de nada” en el espacio político.

Pues el peronismo no necesita de los Kirchners para consolidarse como expresión de poder, ya que lo es de todas maneras a nivel electoral, local e identidario.

No es concentración de poder de la centro-izquierda, ya que como bien saben, dicha posición está muy dividida entre los pro-K y los anti-K, en línea con el espacio político bidimensional.

Y al mismo tiempo, es concentración de poder, vía el estado, los recursos, y los esfuerzos (ahora más endebles) de hegemonía.

Para decirlo del modo mas claro que sea, el kirchnerismo es “otra vez” en práctica el peronismo en el poder (con un no-peronismo por definición en la oposición), con un signo de centro izquierda esta vez.

Y si Kirchner quiso darle al peronismo el signo a la izquierda del centro (que según él y varios le corresponde “de verdad” al peronismo), queda claro desde el famoso voto de julio en el Congreso que hay varios elementos del peronismo, como siempre, que no concuerdan con ese signo.

Lo que vemos, como siempre desde 1945, es una pelea dentro del peronismo para apropiárselo.

Vemos ahí una facción de derecha, con Puerta, Menem, y posiblemente Rodríguez Saa, Reuteman y varios mas; el eterno “centro” con Duhalde, quien nunca logra que el equilibrio se centre en él, ya que sus socios de derecha (Menem) o de izquierda (Kirchner) siempre terminan canibalizándole totalmente en el movimiento del péndulo.

Así que estamos de cierto modo en la misma.

Sobre su otra pregunta, más fácil, los dos clivajes políticos existen fuertemente en la Argentina.

Siempre insisto que el espacio político argentino es bi -dimensional.

Y lo es absolutamente, con las dos dimensiones perpendiculares una con la otra.

(Eso no es el caso, por ejemplo, entre el eje económico y el eje cultural en EEUU, donde se observa un “ángulo agudo” entre ambos ejes, es decir, en donde un liberalismo cultural y lo que ellos llaman erróneamente un liberalismo económico se enfrentan a un conservadurismo económico y a un conservadurismo cultural.)

Esa perpendicularidad da más opciones de alianzas posibles en la Argentina.

Creo que dentro del no peronismo, los políticos e intelectuales se ven a sí mismos enteramente diferenciados por el eje izquierda-derecha, pero que a nivel sociocultural la diferencia entre lo alto y lo bajo en la Argentina es mucho más fuerte.

Esto se nota sociológicamente, por ejemplo, en las redes sociales y familiares.

La diferenciación entre alto y bajo es una clave fundamental de la realidad argentina, que va mucho mas allá del estilo -simple expresión de algo mas sociológico-.

De hecho, la Argentina se caracteriza por una clase media comparativamente culta y leída (en contraste, por ejemplo, con la de EEUU), o que lo aparenta, y por sectores populares que muchas veces no tuvieron acceso a eso y que tienen otra imagen de sí mismos.


http://deshonestidadintelectual.blogspot.com.ar/2012_04_25_archive.html


 
¿Resumen?
 http://stones-traducido.blogspot.com.ar/2008/08/salt-of-earth.html



Let's drink to the hard working people
Let's drink of the lowly of birth
Raise your glass to the good and the evil
Let's drink to the salt of the earth

Say a prayer for the common foot soldier
Spare a thought for his back breaking work
Spare a part for his wife and his children
Who burn the fires and who still till the earth

And when I look into the this faceless crowd
A swirling mass of gray blue
Black and white
They don't look real to me
In fact, we all look so strange

Raise your glass to the hard working people
Let's drink to the uncounted heads
Let's think of the wavering millions
Who need leading but get gamblers instead

Spare a thought for the stay-at-home voter
His empty eyes gaze at strange beauty shows
And a parade of the gray suited grafters
A choice of cancer or polio

And when I look into this faceless crowd
A swirling mass of grays and
Black and white
They don't look real to you
Or do we look too strange

Let's drink to the hard working people
Let's think of the lowly of birth
Spare a thought for the rag taggy people
Let's drink to the salt of the earth

Let's drink to the hard working people
Let's drink to the salt of the earth
Let's drink to the three thousand million
Let's think of the humble of birth

(M. Jagger/K. Richards)