miércoles, 23 de mayo de 2012

Fede explica el “sujeto” de la “svolta a sinistra” del Estado Mayor Intelectual de la Hegemonía; 3.


Hay que dejar de darle vueltas morales a Lanata y pensar en su público.

¿Quienes son?

De alguna manera, esa tribuna, con toda la construcción televisiva que pueda tener, huele a real.

Hay otra “juventud”, muchachos.

Crecida en estos años kirchneristas. Claudia y Marcos, los de la publicidad del Banco Galicia, que trabajan y consumen con los parámetros de una Argentina que, si no salvó a los del fondo, le puso un resorte económico de aquellos a una clase media que volvió a respirar, a engordarse.

Pero no es sólo eso: Claudia y Marcos hacen Tai Chi Chuan y se van de vacaciones a Cabo Polonio, mientras entran a Garbarino por un Plasma.

O sea, primero: no somos tan distintos.

Es más, los podemos suponer muy de acuerdo con la nacionalización de YPF, el matrimonio igualitario, y se cagaron de risa con las tapas de la Barcelona.

Votaron a Cristina.

No, Claudia votó a Binner, pero no fue un tema de discusión.

Se lo dijo desde la cocina, mientras Marcos miraba la tele.

Fin.

Y es que, silenciosamente, mientras otros hacen el camino de la profundización, el kirchnerismo habilitó para millones una liviandad de la vida.

Y también de la política.

Pongamosló así: si en el 2008 la 125 y su explosión política mostró a un sujeto que era hijo de la economía kirchnerista queriendo romper todo, en el 2012 los hijos de la década de crecimiento aceptan el orden establecido.

Porque les conviene, porque enfrente no hay nada, porque el aviso de que TN podía desaparecer era mentira, porque sus vidas son apacibles.

Pero la política -y la forma particularmente áspera de la política kirchnerista- les molesta. 

Y por arriba hubo un cambio en el equipo: entró Lanata por Sarlo.

Que da cuenta de lo que pasó después de la derrota legislativa y electoral de Clarín.

De buscarle la explicación a la bestia, se pasó a ridiculizarla. 

De la academia al circo.

No hay que pensarlo sólo como un “descenso” ni mucho menos, sino como un reacomodo en la estrategia.

La anterior, evidentmente, no prendió.

Y hoy, con el diario del lunes, se puede pensar que no prendió, en parte, porque esa primera respuesta al ciclo político kirchnerista por parte de los medios venía demasiado preñada de su misma esencia: desbordaba de política.

Pusieron enfrente a un discurso que quiso ser “mejor”, que quiso ganar en el mismo terreno, quiso “demostrar”.

Se emperraron con 678 pero lo criticaban por su altura intelectual, por su exceso de oficialismo, por la calidad de los informes, etc.

Lanata cortó y dijo: 6-7-rocho.

Le quitó entidad política, lo puso al lado de los negociados.

No importa cuanto de mentira haya en eso.

Importa que ahí hay un efecto nuevo que se busca instalar y que es mucho más antipolítico de lo que había antes.

O sea: el pos octubre repolitizó al gobierno y a sus defensores, y despolitizó a los opositores.

Los comentaristas de la web de La Nación son, ahora, casi todos oficialistas.

Los ciudadanos antikirchneristas se deprimieron.

Entonces: el bajón anímico por la votación arrasadora fue superado por la fuga  a otro lugar.

Lanata ya venía avisando que por el anterior camino iban muertos, ¿se acuerdan que fue el primero que dijo “creo que Cristina está mejor con la sociedad de lo que muestran los medios”?

Por eso omite el análisis, omite la “confrontación de ideas”, no le importa dibujar imparcialidad, así sea en la forma tramposa de A dos Voces o Palabras + palabras -.

Putea, ironiza, ridiculiza.

Sabiendo algo importante: hoy todos estamos más tranquilos.

Es un programa que no va a encender un cacerolazo, pero intenta ir colando, o mejor dicho volviendo más sólido, el sentimiento antipolítico que, vayamos incorporando como dato, lejos estuvo de irse.

Ahí está su público.

Un público que por ahora mira a Lanata para “divertirse” o tener una dosis homeopática de indignación frente al poder, pero al otro día sigue con su vida.

Hacen fuck you, pero les gusta Soda Stereo.

Pero ojo: se trata de preparar el terreno por si los síntomas de un crecimiento más leve se sienten en el bolsillo…

El interregno 2009-2011 de “batalla cultural” solidificó un sentido militante, pero en un sentido más amplio, fue una apuesta a la política pura y dura.

El kirchnerismo quiere cerrar la crisis de representación -si escuchamos a las voces menos lúcidas, parece creer que lo logró-,  pero el sentido antipolítico está ahí, y los 15 o 20 puntos de Lanata demuestran que todavía hay a quien hablarle en esos términos.

Términos que no son de viejo régimen: no hay añoranzas del 1 a 1, ni planteos desestabilizadores, ni nostalgias camperas.

Es un programa donde la antipolítica tiene una traducción muy evidente: no hay políticos.

Un programa pensado para un año de gestión sin elecciones.

No hay operación coyuntural: Lanata no quiere “levantar a Scioli”, táctica a la que vuelven una vez más, ante el desierto opositor, los demás comunicadores opositores que siguen enredados en los escenarios montados por el propio gobierno.

Y ahí, en esa diferencia, está el registro de ese público, que pensamos joven,  que tuvo su primera formación política con CQC, y al que todas las batallas épicas del gobierno le generan una primera reacción epidérmica: “¿está bien, pero que hay abajo del mantel?”

Una pregunta que es pre ideológica, que es además, lícita, y que llega a las puertas de lo que puede decir y explicar un discurso político público.

Algo que alcanza obviamente al kirchnerismo, pero que aplicado al resto del sistema político, no deja nada en pie.

Por eso pareciera que el límite, o mejor dicho, el acuerdo tácito entre el show de PPT y su público es no hablar bien de nadie.



Por eso, la pregunta sobre este nuevo lanatismo (que no es igual al anterior, que tenía adentro suyo otro tejido de alianzas de familias ideológicas, que fue el refugio de una izquierda cultural politizada, que buscaba a la resistencia social del menemismo en sus formas más orgánicas o inorgánicas, etc) es una pregunta sobre los límites de la política, preguntas sobre un público -clasemediero y mayormente capitalino, seguramente- cultural, socialmente y económicamente muy cercano al de 678, pero que siente la pesadez de este ciclo político, que pide posmodernismo líquido y no va a entender nunca que Moreno sea un hombre necesario. 

Difícil, esta vez, robar el trapo al contrincante.


Fede explica el “sujeto” de la “svolta a sinistra” del Estado Mayor Intelectual de la Hegemonía; 2.


Todo empezó con una ovación.
Ocurrió esta semana en un auditorio repleto de intelectuales progresistas que han votado a Cristina Kirchner.
Pero que se mantienen a prudente distancia de los dogmas oficiales y de la obediencia; también de las toscas mentiras del relato.
Esos intelectuales son remisos a exponerse: el Gobierno castiga a los kirchneristas críticos.
Recojo sus impresiones sin violar el anonimato, y no sin advertir que ni siquiera constituyen una corriente de pensamiento homogéneo.
Son, por ahora, sólo un síntoma. La evidencia de que asoma una sensación de desencanto en esa vereda.
El hecho es que uno de esos intelectuales, un académico de prestigio internacional que pasó por la función pública, tomó la palabra para presentar un libro y explicó de paso por qué el Gobierno ha perdido una oportunidad histórica.
Cuando terminó, lo aplaudieron a rabiar.
Luego, entre el público, había alivio:
"Por fin alguien lo dice con todas las letras".
Los razonamientos de esta comunidad están hoy tan alejados de la centroderecha como del cristinismo, y quizás es precisamente por eso mismo que resultan muy interesantes: porque cambian el paradigma de discusión.
Y además, la "pérdida de la oportunidad histórica" se opone al credo neocamporista según el cual vivimos "un momento fundacional".
Si uno pudiera construir un monólogo armado con la opinión de estos objetores, y haciendo la salvedad de que no se trata de un discurso absolutamente uniforme, la cosa sonaría más o menos así:
"Miremos cómo eran las 200 empresas de mayor facturación durante los años 90: el 40% de ellas eran extranjeras.
En la etapa kirchnerista, ese porcentaje subió al 60%.
El 70% de las compañías multinacionales manejan hoy el 50% de las exportaciones.
Una de las primeras medidas dictadas por Martínez de Hoz durante la dictadura fue sepultar una legislación progresista de Perón e instalar un mecanismo jurídico según el cual se pone en pie de igualdad a capitales nacionales y extranjeros.
Para dar un solo ejemplo: ambos tienen el mismo acceso al crédito.
Los de afuera les llevan muchas más ventajas a los de adentro, y la principal es que ante un conflicto con el Estado pueden apelar al Ciadi, un tribunal internacional, algo que los argentinos tienen vedado.
Esto último fue una creación libre del menemismo, que profundizó así la idea de Martínez de Hoz.
La pregunta es por qué los gobiernos progres de Néstor y Cristina no abortaron esa disposición y continuaron adelante con la misma política.
Los ultrakirchneristas y los neoliberales comparten la opinión de que anular la medida de Martínez de Hoz implicaría alejar a inversores.
Pero eso no es cierto, puesto que ni Brasil ni Gran Bretaña ni la India tienen esa restricción y son pujantes".
Para los monologuistas, esto explica por qué no ha cambiado la matriz productiva en la Argentina, a pesar de la retórica y de las orquestas que cantan canciones patrias en el Parlamento.
"El kirchnerismo pudo haber modificado esa matriz -se lamentan-.
Pero al principio no lo hizo porque decía estar apagando el incendio de la herencia recibida.
Disfrutó del viento de cola durante años, cuando convenía ir a fondo, y tampoco lo hizo. Y ahora no quiere hacerlo porque la crisis internacional arrecia.
La verdad es que para cambiar el perfil productivo hace falta un país serio y previsible, y no un populismo a la bartola, con gran nivel de improvisación y con una economía de la arbitrariedad.
Se puede cambiar si uno está dispuesto a generar certidumbre.
Si se traza un plan de reforma con objetivos de desarrollo y se termina con mamarrachos indefendibles como el Indec.
Si uno abandona la idea populista de que solo vale el presente y la próxima elección".
Es curioso lo que estos intelectuales piensan acerca de la corrupción, temática relativizada por el kirchnerismo.
"La corrupción afecta a la economía -sostienen-.
Estudios internacionales demuestran que un 60% la protagonizan los empresarios y un 8% los funcionarios públicos.
Pero la primera no sería posible si el Estado no se los permitiera, y la segunda sería imposible si las empresas no sobornaran.
En un país donde se naturaliza la corrupción, los cambios de reglas, la incertidumbre y hasta el desconcierto, el capitalista externo es casi empujado a la rapiña.
No somos frondicistas, pero durante el breve lapso del desarrollismo los capitalistas venían no para comprar y explotar lo existente, sino para traer nuevas compañías y abrir sectores.
Eso no ocurre ahora.
Pero ojo, tampoco somos catastrofistas: intuimos que pronto el Gobierno manoteará las mineras para hacer caja, sostener el consumo y llegar bien posicionado a los comicios de 2013.
Se puede seguir ganando elecciones, pero el problema es más profundo.
No falta tanto para que se cumplan los diez años del modelo.
Esa efeméride los encontrará mostrando todo lo que se mejoró.
Que fue mucho.
La pobreza, por ejemplo, se redujo un 25%.
Y no es poca cosa.
El asunto es que no puede verse todo desde la perspectiva de 2001.
Ya ha pasado una década. Tenemos que ver las cosas que no se hicieron, las que se ejecutaron mal y las que lamentablemente ya no pueden ser reparadas.
Si no hacemos eso, estamos falsificando el análisis de la política."
Todo empezó con una ovación. Y terminó con una sonrisa amarga.

Nunca es triste la verdad

Asoma el desencanto en la vereda kirchnerista

Por Jorge Fernández Díaz | LA NACION






Fede explica el “sujeto” de la “svolta a sinistra” del Estado Mayor Intelectual de la Hegemonía; 1.