miércoles, 11 de abril de 2012

La Tendencia Revolucionaria, Perón y los peronistas, en los setenta; ¿Roby Santucho o Neurus Walsh? 6



13 de diciembre de 1976
De: J S-I
A: J D-I

Se hace referencia a los ítems numerados del informe.

En aquellos que se saltean debe interpretarse que no han surgido aportes de interés.
Algunas de las cuestiones que se plantean han surgido también en el ámbito de oficiales subordinados.

1.2.2. Situación de las fuerzas populares

Los elementos que se señalan no están numerados en orden de importancia.

Debe empezarse por la situación de las masas, que es de retirada para la clase obrera, derrota para las capas medias y desbande en sectores intelectuales y profesionales.

Dentro de ese cuadro solamente sectores del peronismo sindical -Luz y Fuerza y Portuarios- han conseguido frenar el avance enemigo librando conflictos que terminaron en empate.

La posibilidad de tal resultado está dada en ambos casos por la naturaleza crítica de la producción, que es permanente en el caso de los servicios eléctricos y estacional en el servicio portuario (próxima exportación de cosechas).

En el caso de Luz y Fuerza debe computarse además la permanencia de una organización reivindicativa de calidad superior.

Los conflictos mecánicos y metalúrgicos carecen en cambio de esa perspectiva por no afectar producciones críticas en la coyuntura recesiva y deben terminar en derrotas a pesar de una superior calidad combativa de los cuadros.

…………………..


 2.2. Nuestra estrategia en el espacio

El punto principal de la autocrítica es, como dice el informe, "la insuficiencia de nuestra política de poder para las masas" y efectivamente ella se refleja, ante todo, en nuestra actitud frente al peronismo.

Mi opinión, compartida por el ámbito subordinado, es que se ha hecho un pronunciamiento prematuro sobre el agotamiento del peronismo y que de ese pronunciamiento derivaron decisiones de importancia capital que hoy están sometidas a prueba.

El punto crítico a partir del cual se decretó el agotamiento del peronismo fueron las movilizaciones obreras de julio del 75 contra el "Rodrigazo".

Allí pareció efectivamente que la clase obrera, al combatir contra un gobierno peronista, firmaba el acta de defunción del movimiento peronista.

Este análisis omitía dos cosas: una, que sectores de vanguardia de la clase obrera estaban dispuestos a rebozar (sic) el peronismo siempre y cuando se diera una dirección de avance contra un gobierno vacilante como el de Isabel Martínez, pero que dentro de esa misma dinámica la clase trabajadora en conjunto, incluyendo las vanguardias, iba a retroceder hacia el peronismo cuando la marea se invirtiese por la presencia militar; otra, el peso efectivo que en tales movilizaciones tuvo la burocracia sindical peronista.

Cabe suponer que las masas están condenadas al uso del sentido común.

Forzadas a replegarse ante la irrupción militar, se están replegando hacia el peronismo que nosotros dimos por agotado y la dirección del peronismo se ha visto subrayada por el gorilismo del gobierno.

En suma, las masas no se repliegan hacia el vacío, sino al terreno malo pero conocido, hacia relaciones que dominan, hacia prácticas comunes, en definitiva hacia su propia historia, su propia cultura y su propia psicología, o sea los componentes de su identidad social y política.

Suponer, como a veces hacemos, que las masas pueden replegarse hacia el montonerismo, es negar la esencia del repliegue, que consiste en desplazarse de posiciones más expuestas hacia posiciones menos expuestas; y es merecer el calificativo de idealismo que a veces nos aplican hombres del pueblo.

En síntesis, creo que el Partido debió, y aún debe replegarse él mismo hacia el peronismo y que la propuesta inversa no es una verdadera propuesta para las masas en esta etapa, aunque pueda llegar a serlo en otra, pero en ese caso ya no se trataría de un repliegue sino de un avance.

Otra línea de análisis que concurrió para decretar el agotamiento del peronismo es la que, también a priori, ha resuelto que en la Argentina asistimos a la "crisis definitiva del capitalismo".

Afirmaciones desmesuradas de este tipo proceden, a mi juicio, de una falta de formación histórica.

El capitalismo en decenas de países ha sobrevivido a crisis más graves que la actual crisis argentina.

Para dar un solo ejemplo, "la crisis definitiva" del capitalismo en Alemania debió enunciarse por primera vez en 1848, y aunque generaciones de revolucionarios reiteraron ese anuncio durante un siglo y cuarto, no se concretó ni siquiera en el período terrible -para los capitalistas- de 1919 a 1923, ni impidió que Alemania hoy sea el modelo de capitalismo.

Naturalmente si nosotros pensamos que la crisis del capitalismo es definitiva, no nos queda otra propuesta política que no sea el socialismo más o menos inmediato, acolchado en un período de transición, y esa propuesta contribuye a relegar el peronismo al museo.

Todos desearíamos que fuera sí, pero en la práctica sucede que nuestra teoría ha galopado kilómetros delante de la realidad.

Cuando eso ocurre, la vanguardia corre el riesgo de convertirse en patrulla perdida.

Creo que estos son los ejes de nuestra equivocada estrategia, y que en cambio son secundarias o derivadas las contradicciones masas-aparato, interior-Buenos Aires, etc., ya que la resolución de las mismas es materia de ejecución, mientras que los ejes políticos que planteamos son materia de concepción.

Aún esas antinomias, si se toman como subordinantes y no como subordinadas" encierran peligros considerables, y el mayor de ellos es omitir la singularidad de la configuración geográfica, histórica y social argentina, que es su núcleo urbano de 12 millones de habitantes y 60% de la población obrera, de la que necesariamente -a mi juicio- debe brotar también la singularidad de nuestro proceso revolucionario.

Hecho que por ahora apuntamos sin perjuicio de intentar desarrollarlo por separado.


3.1.1. Objetivos políticos para la fuerza propia

Los objetivos políticos que a mi juicio deberíamos perseguir, surgen de lo que se acaba de expresar y no coinciden con lo que sustenta el documento.

Más precisamente, no creo en la factibilidad de construir el Movimiento Montonero a partir del peronismo en este momento ni creo que ese Movimiento vaya a ser otra cosa que una estructura más del partido Montonero.

Entiendo que Montoneros debe seguir la dirección de retirada marcada por el pueblo, que es hacia el peronismo, y que la única propuesta aglutinante que podemos formular a las masas es la resistencia popular, cuya vanguardia en la clase trabajadora debe ser nuevamente la resistencia peronista, que Montoneros tiene méritos históricos para encabezar.

Esta sí me parece una propuesta inteligible y aglutinante para las masas porque se funda en su experiencia concreta y en su percepción de la actual relación de fuerzas.

Esto no significa que el Partido vaya a renunciar a sus objetivos estratégicos, su propuesta intermedia de Movimiento Montonero, su propuesta final de poder socialista, su programa de largo plazo, en suma; significa poner la correcta distancia entre esos objetivos lejanos y la dura realidad actual, que no permite a las masas ni siquiera pensar el poder, sino resistir para sobrevivir.


3.2. [Sic]

Coincidiendo con el grueso de lo que afirma de aquí en adelante, creo que de esas afirmaciones surge la necesidad de ser aún más radicales en las medidas que se proponen, y que, interpolando las reflexiones anteriores, yo formularía así:


a. reconocer que las OPM han sufrido en 1976 una derrota militar que amenaza convertirse en exterminio, lo que privaría al pueblo no sólo de toda perspectiva de poder socialista sino de toda posibilidad de defensa inmediata ante la agresión de las clases dominantes.

b. Definir la etapa como retirada en el aspecto estratégico y como resistencia en el aspecto táctico, sin fijarles límites temporales. Definir el conjunto del pueblo y en particular el pueblo peronista como terreno donde debe verificarse la retirada.

c. Definir el Peronismo y la clase trabajadora como sujeto principal de la resistencia, y a la resistencia Montonera como parte de la resistencia popular.

d. Retirar del territorio nacional a la Conducción Estratégica y a las figuras "históricas" que, independientemente de sus actuales niveles o funciones, son tanto para el enemigo, como para el pueblo, la encarnación de Montoneros, de Juventud Peronista o del Peronismo Auténtico, para quitar al enemigo la posibilidad de infligirnos derrotas decisivas al capturados o matarlos.

e. Mantener la actual estructura de Partido, asignando a la Conducción Estratégica en el exilio la función de conducir la retirada y a la conducción táctica que permanezca en el país la función de conducir la resistencia.

f. Definir la seguridad individual y colectiva como criterio dominante en la resistencia y elegir la CT con arreglo a ese criterio, flexibilizando los criterios de nivel y acentuando los criterios de compartimentación, desconocimiento por el enemigo y resultados obtenidos hasta ahora en la preservación de las estructuras confiadas a su mando.

g. Ligar la resistencia en forma absoluta a la política de masas, privilegiando en primer término las estructuras militares defensivas (documentación, información, comunicaciones) y las estructuras políticas, ofensivas (propaganda, agitación, prensa clandestina y descentralizada en lo interno, prensa internacional).
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2 de enero de 1977
De: J S-1
A: J D-1, S-2, S-3, S-4

3. Los métodos de acción

Las líneas de acción de la resistencia son conocidas por el Partido y por el pueblo.

Están admirablemente teorizadas en la "Correspondencia Perón-Cooke", a la que nos remitimos.

La línea militar de la resistencia se sintetiza en los siguientes principios:
Ninguna acción militar que no esté ligada en forma directa e inconfundible con un interés inmediato de las masas.

Ninguna acción militar indiscriminada que impida hacer política en el seno del enemigo o nos quite la bandera fundamental de los Derechos Humanos.

Énfasis sobre el ataque a la estructura productiva y abandono del terror individual que "desorganiza más a las propias fuerzas que a las del enemigo" (Lenin).

El atentado antipersonal debe ser un recurso excepcional resuelto en juicio, cuya comprensión popular exige un despliegue de propaganda muy superior al esfuerzo del atentado mismo.
Énfasis sobre "los millares de pequeñas victorias" más que sobre las operaciones espectaculares en que se fundamentan las grandes represalias.

Propaganda infatigable por medios artesanales:

Si las armas de la guerra que hemos perdido eran el FAL y la Energa, las armas de la resistencia que debemos librar son el mimeógrafo y el caño.

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5 de enero de 1977
De: D-I
A:SMH


Los métodos de análisis:

La línea del Partido y los documentos que la expresan en los últimos 18 meses revelan, a mi juicio, una fuerte influencia del pensamiento maoísta en el aspecto político y de la doctrina de Clausewitz en el aspecto militar.

Obviamente no se trata de cuestionar la utilidad de instrumentos que reposan en las experiencias fundamentales, sino de verlos como productos históricos.

De esa visión surge la necesidad del propio producto histórico.

Establecida esta necesidad aparece lo que a mi juicio es la principal falencia del "pensamiento montonero", que es un déficit de historicidad.

Ese déficit no estaba en la mente de los compañeros que para darle un nombre a la organización acudieron a la historia argentina (y latinoamericana) que va de 1815 a 1870.
Esa visión inicial, sin embargo, se agotó en sí misma.

En los actuales documentos montoneros apenas figuran referencias de historia argentina anteriores a 1945, ni siquiera a los propios caudillos montoneros.

Creo que en ese vacío histórico subyacen las "leyes" de la toma del poder en la Argentina y que esa determinación es más fuerte que las que surgen de cualquier otro producto histórico, ya que es la determinación espacial y temporal concreta que nos corresponde a nosotros.

Hay dos fallas del pensamiento de izquierda en las que re cae, a mi juicio, el pensamiento montonero cuando analiza su problema central; que es la toma del poder.

Una, privilegia las lecciones de la historia en que la clase obrera toma el poder y desdeña aquellas otras en que el poder es tomado por la aristocracia, por la burguesía.

Ni Marx ni Lenin procedieron así.

Ambos dieron a la toma del poder por otras clases un carácter ejemplar.

La segunda falla deriva de la pri$era, y remite al punto de partida, a saber, la historicidad de nuestro pensamiento.

Puesto que las lecciones de historia en que la clase obrera toma el poder se dan solamente a partir de 1917

Y solamente en otros países, ése es el nivel cero donde empieza nuestro análisis.

Un oficial montonero conoce, en general, como Lenin y Trotsky se adueñan de San Petersburgo en 1917, pero ignora como Martín Rodríguez y Rosas se apoderan de Buenos Aires en 1821.

La toma del poder en la Argentina debería ser, sin embargo, nuestro principal tema de estudio, como lo fue de aquellas clases y de aquellos hombres que efectivamente lo tomaron.

Perón desconocía a Marx y Lenin, pero conocía muy bien a Irigoyen, Roca y Rosas, cada uno de los cuales estudió a fondo a sus predecesores.
Rodolfo Walsh
Oficial de Inteligencia - Montoneros,
Buenos Aires, 23 de noviembre de 1976 a 2 de enero de 1977.


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