martes, 15 de febrero de 2011

Betty Sarlo; y las Tesis Antifascistas, contra los Impresentables y Burócratas, para la batallas de Agosto y Octubre.

A quien corresponda, o sienta que le calza el sayo de Savonarola.



Las capas medias son influyentes en términos de atmósfera.

Sus activistas son móviles y modernos, escriben en la Web, se movilizan por una reivindicación sin necesitar al Estado como sostén de una campaña, pueden pagar sus folletos, son diestros con la prensa.

Si a un sector no le importa lo que le parecía fundamental hace dos años, más que lamentarse por el cambio, habría que preguntarse por las razones.

La respuesta no es que hace falta una oposición unida para ganar.

A los Kirchner no hay que ganarles de cualquier modo, en un rejunte sin principios, sino mejor y para adelante, con ideas que lleguen a la roca dura de la pobreza y también arraiguen en el mundo más volátil de los grupos sociales y culturales.

La falta de principios y el rejunte de lo nuevo y lo viejo, de lo progresista y lo inadmisible ya fue una característica del kirchnerismo con la que sería bueno terminar.

La conquista de las capas medias

http://www.lanacion.com.ar/1293047-la-conquista-de-las-capas-medias



Afirmar que sus votos no sirven para ganar elecciones es una pobre tautología.

Es obvio que, en términos cuantitativos, su número no pesa en los padrones.

Pero las cosas no son tan sencillas.

De pronto algo, que no es una novedad de las últimas horas, comienza a ser un tema de conversación política.

Debería haber ocupado esa conversación antes, porque la experiencia de las últimas décadas indica que grupos minoritarios pero ideológicamente activos, dispuestos a invertir su energía no sólo en las preocupaciones más inmediatas, fueron decisivos en los cambios que finalmente llegaron a la llamada "opinión pública".

Ejemplos: quienes rodearon a Raúl Alfonsín cuando, a comienzos de los años 80, marchó para ganar el partido radical; otro ejemplo: las organizaciones de derechos humanos; por si se necesita otro ejemplo: los que primero se ocuparon del medio ambiente y de las cuestiones relacionadas con la igualdad de derechos de las minorías. Ninguno de esos grupos formaba una opinión pública encuestable.

Todos, en un determinado momento, lograron anclar en la política.

No tengo idea de qué puede pasar con el kirchnerismo intelectual.

Son el resultado de una victoria de Néstor Kirchner que parecía improbable en 2003.

Durante el conflicto con el campo, para poner una fecha que, como toda periodización, con el tiempo podrá ser corregida, sucedieron dos movimientos de sentido inverso dentro de las capas medias.

Por un lado, las decenas de miles que, sin tener nada que ver con el campo, se movilizaron porque no acordaron con la forma exasperada en que el Gobierno tradujo ese conflicto como un nuevo enfrentamiento de la oligarquía y el pueblo.

Por otro lado, quienes interpretaron ese conflicto como el ataque a un gobierno que, después de años de crisis, había restablecido algunos ejes políticos con los que podían identificarse y defendía a los "pobres" contra los "ricos".

Quienes vencieron en el conflicto con el campo se disgregaron; el frente agrario se deshizo, como era muy evidente que sucedería; la súbita popularidad de Cobos ya no entusiasma sino a los cobistas y a las zonas más inertes de la opinión, porque no había nada más allí que el voto de una noche y una pelea entre radicales.

Kirchner, que perdió en el conflicto con el campo, ganó a minorías intelectuales activas.

La ley de medios audiovisuales fue el capítulo donde se consolidaron esas adhesiones.

Siempre pensé que ganar esas minorías representaba una victoria cultural que no debía subestimarse, porque cualquier gobierno, en cualquier parte del mundo, no prescinde de ellas.

Probablemente, hubo un solo momento en la historia argentina en que un gobierno pudo prescindir de (casi todos) los intelectuales: el primer gobierno de Perón, donde la fuerza plebiscitaria era de tal calibre que vencía por fuera de todas las reglas.

Pero después de esos años que transcurren hasta el golpe de Estado de 1955, siempre, de Frondizi a Cámpora, los elegidos estuvieron rodeados de una densa trama de discursos producidos por intelectuales.

Una de las más patéticas debilidades de Arturo Illia fue precisamente el activismo de una opinión intelectual y periodística golpista y una gran movilización estudiantil en su contra.

El kirchnerismo intervino, creo que sin demasiada conciencia de lo que estaba haciendo, en esa batalla cultural.

Néstor Kirchner no era un político interesado en ganarla, hasta que descubrió que esa victoria era importante porque se trataba de gente dispuesta a llevar su línea a los medios, no para convencer al público de los noticieros prime time, sino para consolidar, al costado de los noticieros, una fracción de las capas medias donde ellos, los kirchneristas, hasta ese momento tenían muy poco capital.

Visitó las reuniones de Carta Abierta.

Habilitó económicamente la utilización de medios públicos para convertirlos en órganos de gobierno.

Sobre todo, les dio un reconocimiento material, en términos de salarios y apoyo a la investigación, a los universitarios de todo el país, con una gestión de ciencia y técnica tan buena como fue débil y errática la gestión educativa.

Puso dinero y discurso donde había que ponerlos.

Nunca los universitarios tuvieron mejores condiciones.

Y no fue defraudado.

Pero esto no explica la victoria, aunque la refuerce y le dé condiciones materiales.

Quizá los grandes nombres de las ciencias sociales estén divididos entre kirchneristas y no kirchneristas; pero, en la segunda línea, la implantación kirchnerista es importante.

El otro rasgo de esta victoria es que ha interesado a gente que antes no había mostrado ni la menor inclinación por la política.

No digo esto para señalar un déficit de los recién llegados, sino para subrayar la novedad de esas adhesiones (actrices, celebrities) que amplían el círculo más tradicional de entendidos.

Es cierto que la calidad del discurso político no sube con estas incorporaciones.

Pero quedarse con este juicio sería mezquino.

Los cambios políticos se producen siempre con la llegada de aquellos que antes no estaban.

De los dirigentes depende la calidad del ámbito que encuentren.

En un círculo característico, los intelectuales se dieron a sí mismos las razones de su apoyo a Kirchner.

Una síntesis de estas razones puede leerse en los documentos de Carta Abierta y sus principales cabezas, que son textos sencillos en los que se desarrollan tres temas: el regreso de la política después de la crisis; el carácter popular de la gestión social de la pobreza; el restablecimiento de una noción de soberanía nacional.

Esos tres puntos obviamente no incluyen ni la corrupción institucional, ni las presiones sobre la Justicia, ni los delitos económicos, ni el gerenciamiento clientelístico de la miseria, ni el acuerdo con los representantes más típicos del caudillismo provincial o municipal y el sindicalismo mafioso (los apellidos pueden variar).

La victoria cultural se apoya precisamente en esos olvidos.

No es necesario explicar que son significativos porque le dan un orden a lo que se recuerda.

Al pasar por alto los rasgos mencionados se establece una jerarquía de valores: lo que importa y lo que no importa.

Precisamente, restituir un lugar significativo a la política es discutir esa jerarquía que el kirchnerismo intelectual acepta como límite.

Es un gran momento para hacer esa discusión.

Están los interlocutores y los temas; no vivimos en una crisis; y, sobre todo, del presente no se sale hacia atrás ni por repetición.

No se sale construyendo fetiches historicistas.

En algún momento próximo el duelo por Kirchner terminará.

Su nombre será el de un gobierno sobre el que es posible hacer balances completamente distintos, criticar o defender.

Pero será un nombre que designa el pasado, salvo que la Argentina quiera volver a un escenario poblado por fantasmas y aparecidos.

En ese momento, es posible abrir otra discusión.

Intelectuales, la tierra fértil del kirchnerismo

http://www.lanacion.com.ar/1327611-intelectuales-la-tierra-fertil-del-kirchnerismo

Inseguridad y Cultura; Moreira y el Viejo Vizcacha.

Si el estimado lector considera fatigoso, o engorroso, leer todo el texto; la clave esta en rojo.

Muchas gracias.


Juan Moreira es una exitosa novela del escritor argentino Eduardo Gutiérrez escrita como folletín entre noviembre de 1879 y enero de 1880 en el diario La Patria Argentina. La misma se encuentra inspirada en una crónica policial real protagonizada por un gaucho bonaerense muerto por la policía en 1874. Se trata de uno de los textos más importantes de la literatura argentina y del romanticismo hispanoamericano.

En 1884, Gutiérrez reescribió la novela como "mimodrama" para ser representado en el circo, convirtiéndose en la pieza fundadora del teatro rioplatense. En 1886 José Podestá le puso letra a la obra, tomándola de la novela y la representó durante varias décadas, convirtiéndola en uno de los éxitos históricos más importantes del teatro argentino. La obra fue llevada dos veces al cine,en 1948, con dirección de Luis José Moglia Barth, y en 1973 con dirección de Leonardo Favio.


Sinopsis

La obra está encabezada por una cita del poema "Lázaro" escrito por su hermano, Gordillo Pablo Ricardo Gutiérrez ("Como fiera perseguida/...voy a la muerte arrastrado/por mi propia tempestad"), en tanto que el prólogo comienza con esta frase:

Juan Moreira es uno de esos seres que pisan el teatro de la vida con el destino de la celebridad; es de aquellos hombres que cualquiera que sea la senda social por donde el destino encamine sus pisadas, vienen a la vida poderosamente tallados en bronce.

De este modo Gutiérrez ubica como dato generador de la novela al hecho objetivo de la fama que tuvo Juan Moreira, un gaucho, un hombre del pueblo que, más allá de los juicios positivos o negativos que podía merecer de sus contemporáneos, salió del anonimato para ser famoso.

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Los amores de Moreira

Juan Moreira era un gaucho trabajador y respetado, guitarrero y cantor, en el Partido de La Matanza (Las Matanzas), con una respetable pequeña propiedad. Está enamorado de Vicenta Andrea, la más linda paisanita de esos pagos, con quien se casa y tiene un hijo, al que le pusieron Juan, como el padre. Pero Vicenta es pretendida también por Don Francisco, el teniente alcalde de la región, al mando de la policía. Don Francisco comienza entonces a perseguir a Moreira, cobrándole multas caprichosas y llegando incluso a colocarlo en el cepo, cuando éste se quejó del trato. Simultáneamente Moreira le había prestado de palabra, como se hace en el campo, diez mil pesos al almacenero Sardetti, pero cuando aquel le pidió la devolución del préstamo, el pulpero comenzó a eludirlo. Entonces Moreira denunció a Sardetti ante Don Francisco, pero el pulpero negó la deuda y el teniente alcalde, acusándolo de mentiroso, mandó al gaucho nuevamente al cepo. Al ser liberado, Moreira ya había tomado la decisión:

Llegada la noche, Moreira se vistió cambiándose la ropa interior y poniéndose a la cintura su daga de combate, ensilló su caballo parejero con esa prolijidad que usa el gaucho cuando ha de hacer una larga jornada. Sus ojos brillaban de una manera particular y su fisonomía había tomado una expresión de fúnebre amenaza.

Se dirigió a la pulpería de Sardetti y lo retó a duelo, matándolo con la que sería su famosa daga, luego de sufrir una leve herida en el pecho.

Moreira contempló un segundo el cadáver de Sardetti, miró a los paisanos que no habían vuelto de su estupor y salió de la pulpería diciendo:
-Ahora, que se cumpla mi destino.


Un castigo terrible

Luego del duelo, Juan Moreira huyó a Saladillo en su perro Cacique y su famoso caballo overo bayo que le regalara Adolfo Alsina, cuando aquel fue su guardaespalda. Mientras tanto, Don Francisco, amparado por el juez de paz, mandaba una partida policial con la orden de matarlo, a la vez que mataba a su suegro, destruía su rancho y encarcelaba a su esposa con el niño con el fin de quedársela. Enterado Moreira, fue a enfrentar a Don Francisco; éste lo esperó con dos soldados, pero Juan Moreira, mata en duelo a los tres. Aprovechando la confusión, el gaucho mandó a su compañero Julián a liberar a Vicenta y a su hijo, escondiéndolos en el rancho de otro amigo, Gimenez, quien le regala dos pistolas.

El juez de paz mandó entonces una partida de ocho soldados y un capitán para apresarlo. "Decidido a vencer o a morir en buena ley", Moreira los esperó en una pulpería, camino a Salto. "Aquello fue como un relámpago, pero un relámpago de muerte": el capitán y un soldado murieron, el sargento quedó herido y al resto huyó.


El Cacique

"El perro es la policía del gaucho". El Cacique era el perro de Juan Moreira y fue el primer obsequio que le hiciera a su esposa, la Vicenta; cuando el gaucho comenzó a huir de la ley, decidió llevarlo consigo para recordarla y, al mismo tiempo, servirse de él como centinela. El Cacique y su caballo overo bayo -regalo de su antiguo patrón, Adolfo Alsina-, son los únicos compañeros que tendrá Moreira en su raid, recuerdos ambos de las dos personas que más apreciaba en el mundo.


La pendiente del crimen

Moreira va a Navarro en plenas elecciones y por pedido del propio Alsina, se suma a la campaña, influyendo en el triunfo. El día de las elecciones se enfrenta en duelo de facones con Leguizamón, hombre de avería del otro partido, a quien vence sin matarlo. Terminada la elección, Leguizamón ya repuesto, busca nuevamente a Moreira para matarlo, generándose un nuevo duelo, en el que ésta vez sí, muere el hombre fuerte del lugar. Luego enfrenta solo y hace huir a un grupo de cinco asesinos enviados a matar a Marañón, el recién electo caudillo del pueblo.


El gaucho flojo

En la pulpería de López, Moreira se encuentra con Gondra, un "gaucho flojo", es decir un provocador que habla mucho pero que se acobarda cuando llega el momento del duelo. Moreira disgustado lo obliga a pelear:

No hay más remedio que hacer la pata ancha; ya que «has comprado sin que nadie te venda», o peleas con ese hombre a quien has provocado o yo te saco las tripas de una puñalada. Pronto y basta de bromas.

Gondra gana el duelo y busca el reconocimiento del famoso gaucho, pero Moreira lo desprecia, antes de salir para Cañuelas: "Me voy porque no quiero vomitar de puro asco".


Un encuentro fatal

Ya en Cañuelas Moreira se encuentra en una pulpería con Juan Córdoba, un gaucho peleador celoso de la fama de aquel. Moreira ignora reiteradamente las provocaciones, comparte la tarde con los paisanos e incluso canta con la guitarra una estrofas referidas a la muerte ("ven muerte, tan escondida,/que no te sienta venir"), pero finalmente el duelo se produce y Córdoba resulta muerto:

Moreira contempló aquel cadáver; se golpeó la cabeza en ademán desesperado y blandiendo su daga empapada de sangre, prorrumpió en una terrible maldición.
-¡Maldita sea mi suerte -continuó dirigiéndose a la puerta y llevando aún la daga en la mano-, que no puedo pisar un sitio sin tener que matar a un hombre!

Luego del duelo Moreira se dirige a Las Heras. Allí pasa la noche en la casa de Santiago, hermano de Julián, y su esposa Marta. Allí se encuentra con su amigo y le pide que vaya a ver a Vicenta y su hijo, para tener noticias de ellos. Sin embargo su presencia en el pueblo no pasa desapercibida y el juez de paz organiza una partida reforzada, de quince hombre, para prenderlo. Fiel a su juramento ("he jurado no huir nunca ante nadie"), Moreira se prepara para enfrentarlos frente a todo el pueblo, sorprendiendo a la partida. Luego de herir con sus trabucos a varios soldados y hacer huir al resto, Juan Moreira se enfrenta con el capitán, a quien desarma y perdona la vida, antes de volver al rancho de Santiago, dando una gran carcajada, algo habitual en sus combates.


El nido de desventuras

Luego de varios días Julián vuelve con malas noticias. Luego de meses de pasar hambre y de resistir el cortejo del nuevo teniente alcalde, Vicenta Andre terminó viviendo con el compadre Gimenez, quien le miente que Moreira había muerto, a la vez que le provee comida para ella y Juancito. Un día, que Gimenez no estaba, el teniente alcalde va al rancho de Vicenta, golpéándola luego de que lo rechazara y amenazándola con quitarle el hijo. Juan Moreira toma entonces una decisión:

Me voy lejos, muy lejos amigo Julián, para que se olviden de mí y pegar la vuelta cuando menos lo piensen, para asegurar mi venganza.


El último asilo

Moreira se dirige hacia la frontera con los indios y llega cerca de 25 de Mayo y luego al fortín San Carlos (antecedente de Bolivar, donde él mismo había servido como soldado y peleado en una famosa batalla contra Calfulcurá. Luego de dormir pone rumbo a Nueve de Julio, llegando a la toldería de Simón Coliqueo, en la Tapera de Díaz, cerca de la actual población de Los Toldos. Moreira se queda tres meses con los mapuches, para irse luego de una partida de baraja contra Coliqueo, que terminó en un breve duelo, la partida del gaucho y un nuevo enfrentamiento contra cinco indios, matando a dos y haciendo huir a los restantes.

Se dirige entonces a 25 de Mayo. Allí, en la pulpería lo reta a duelo el Pato Picaso, con el resultado de que éste muere de un golpe en la cabeza: "¡Está de Dios que no puedo luchar con mi sino!".


La vuelta al hogar

Juan Moreira vuelve a Las Matanzas a buscar venganza. Entra de noche al rancho de Gimenez para matarlo, pero éste se escapa, aprovechando que los perros atacan al vengador. Moreira se reencuentra entonces con su hijo y llora al abrazarlo. Vicenta, al ver que su esposo está vivo, le pide morir:

-Mátame ligero, mátame mi Juan...
-No lo permita mi Dios,... vos no tenés la culpa y nuestro hijo te necesita porque yo no lo puedo llevar conmigo; ¿quién cuidaría de él si yo manchase mi mano matándote?


La fuerza del destino

De vuelta en 25 Mayo se enfrenta a una partida dirigida por el sargento Santiago Navarro. Como siempre, Moreira se queda a enfrentarla, haciendo huir a los soldados luego de las primeras bajas, dejándolo sólo a Navarro. Moreira y Navarro se enfrentan uno a uno, en lucha de valientes, quedando éste mal herido. Respetando el valor de Navarro ("el valor es la prenda que más se estima entre los paisanos"), Moreira lo atiende y lo cura:

El que diga que ese hombre es bandido -repuso Navarro incorporándose con firmeza en el catre-, es un puerco a quien le he de sacar los ojos a azotes-, y volvió a caer postrado por la debilidad que le ocasionara la pérdida de sangre.


La soberbia del valor

Rondando Lobos, Juan Moreira se entera que el compadre Gimenez y Vicenta pasarían cerca en una galera. La intercepta, se reencuentra con su hijo y cuando va a matar al traidor, lo ataca una partida de soldados. En el enfrentamiento mueren tres integrantes de la partida, antes de huir, pero Moreira pierde su venganza. Enfurecido por eso con los soldados, los persigue a los que huyen, alcanzando al último y matándolo de un balazo en la cabeza. Luego del combate, Juan Moreira fue llamado por Marañón, el caudillo alsinista que dirigía Navarro, a quien Moreira había ayudado. Marañón le ofrece salir de la provincia un tiempo para limpiar su historial, pero Moreira se niega, porque su única razón para seguir vivo era vengarse y ver a su hijo.


El guapo Juan Blanco

Un gaucho bien vestido llega al partido de Salto, y rápidamente se gana el respeto de las poblaciones por su valor hasta ser enrolado en la Guardia Nacional. Una noche en un velorio, el teniente alcalde del lugar lo provoca y aquel lo mata en duelo.

Media hora después todo los habitantes del Salto sabían que el tal Juan Blanco no era otro que el famoso Juan Moreira.


La policía en jaque

En 1873 Juan Moreira vuelve a actuar en política, en el bando nacionalista, participando en la revolución de septiembre, en contra de Nicolás Avellaneda, radicándose en Lobos y frecuentando "La Estrella", un conocido prostíbulo. Gracias a la influencia de Moreira, los nacionalistas ganaron la elección en aquella zona. Luego de las elecciones el gobernador de la provincia, Mariano Acosta, mandó atraparlo, poniendo a cargo al coronel Garmendia quien a su vez envió al oficial de policía Adolfo Cortinas con 25 hombres. Se le atribuyen entonces falsamente asesinatos cobardes.

Sabiendo de la venida de Cortinas y sus hombres, Moreira se sentó a esperarlo en las mesas de una fonda ubicada en la plaza central de Lobos. Allí los enfrentó, matando a uno, hiriendo a otro y aparentando luego una huida, para emprender un segundo ataque, para vengarse del gaucho Carrizo, que fue quien lo señaló a la policía.

El Cuerudo

El Cuerudo fue el Judas de Juan Moreira. Valiente duelista, borracho, guitarrero y contador de cuentos, fue en su casa donde Moreira se escondió luego del enfrentamiento con Cortinas.


Jaque mate

El 30 de abril de 1874 Juan Moreira decide ir a "La Estrella" con su amigo el gaucho Julián Andrade, aún sabiendo que estaba vigilado. En cuanto llegó, poco antes del mediodía, el Cuerudo fue avisar al juez de paz. Dos partidas policiales se prepararon para atraparlo: la de Lobos, dirigida por Pablo Berton, de la que formaba parte el famoso Sargento Chirino, y la enviada por el gobernador, al mando de Eulogio Varela y el comandante Bosch. Moreira dejó su caballo en el fondo detrás de una pared, listo en caso de necesitar escapar, y se instaló en una habitación con Laura. A las dos de la tarde llegó la partida y atrapan a Andrade. Moreira se vio entonces rodeado en la habitación, donde comenzó la lucha. Luego de enfrentarse con varios soldados y frente a frente con Varela a quien hirió en una pierna, Moreira escapa de la habitación y salta al patio. Allí hirió a Berton en la mano y volvió a enfrentarse en duelo de salbe y daga con Varela, a pesar de su herida. Embistiendo a los policías con su daga, tomó el patio y quedó a la vista de la pared del fondo, del otro lado del aljibe, sin saber que allí estaba escondido el Sargento Chirino. Y cuando ya había trepado casi la pared del fondo para escapar en su caballo, Chirino lo atravesó con su bayoneta, clavándolo a la pared.

¡Ah!, ¡cobarde!, cobarde -murmuró, dejando caer la daga de entre los dientes-, a hombres como yo no se les hiere por la espalda, ¡no podés negar que sos justicia!

Clavado como estaba, Moreira alcanzó sin embargo a disparar a la cabeza de Chirino, matándolo. Liberado de la bayoneta, el gaucho malherido volvió a embestir a los policías, cayendo finalmente y muriendo con una sonrisa.


El epitafio de Moreira

¡He aquí los graves defectos que adolece nuestra célebre Justicia de Paz! De un hombre nacido para el bien y para ser útil a sus semejantes, hacen una especie de fiera que, para salvar la cabeza del sable de las partidas tiene que echarse al camino y defenderse con la daga y el trabuco. Es preciso convencerse una vez por todas que el gaucho no es un paria sobre la tierra, que no tiene derechos de ninguna clase, ni aún el de poseer una mujer buena moza en contra de la voluntad de un teniente alcalde.


La daga de Moreira

La daga de Moreira es digna de figurar en un museo al lado de la espada del Cid o cualquier otra arma histórica que simbolice un brazo de extraordinaria pujanza y un corazón de un temple espartano.

http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Moreira_(novela)

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La vuelta de Martín Fierro es un libro gauchesco argentino, escrito en verso por José Hernández en 1879. Constituye la secuela de El Gaucho Martín Fierro, escrito en 1872.

Ambos libros han sido considerados como libro nacional de la Argentina, bajo el título genérico de "el Martín Fierro".

En "la vuelta", Martín Fierro, quien se había mostrado rebelde en la primera parte y convertido en gaucho matrero (fuera de la ley), aparece más reflexivo y moderado, a la vez que el libro se vuelca a la historia de sus hijos.


"El primer cuidao del hombre

es defender el pellejo-
Llevate de mi consejo,
Fijate bien lo que hablo:
El diablo sabe por diablo
Pero más sabe por viejo".

"Hacete amigo del Juez
-No le dés de qué quejarse;-
Y cuando quiera enojarse
Vos te debés encojer,
Pues siempre es güeno tener
Palenque ande ir a rascarse".

"Nunca le llevés la contra
Porque él manda la gavilla-
Allí sentao en su silla
Ningün güey le sale bravo-
A uno le da con el clavo
y a otro con la cantramilla".

"El hombre, hasta el más soberbio,
Con más espinas que un tala,
Aflueja andando en la mala
Y es blando como manteca,
Hasta la hacienda baguala
Cai al jagüel con la seca".

"No andés cambiando de cueva,
Hacé las que hace el ratön-
Conservate en el rincón
En que empezó tu existencia-
Vaca que cambia querencia
Se atrasa en la parición".

Consejos del Viejo Vizcacha, la Vuelta de Martin Fierro